Vivir
de la basura
En
turnos de seis horas, un grupo de 5 hombres recorre un sector de la comuna de
Providencia, recogiendo todas las bolsas de basura que encuentran en las
veredas. Son los recolectores de basura, un gremio que ha tenido que alzar la
voz para hacerse escuchar y respetar. Recientemente la ministra del Trabajo y
Previsión Social anunció una serie de medidas para dignificar este trabajo. Sin
embargo, la tónica se mantiene: malos olores, sustancias extrañas, bolsas
rotas, cáscaras de frutas y pañales sucios.
María
Piedad Vergara R.
De pronto, el camión se detuvo. Con las bolsas
listas para ser lanzadas al interior de la máquina, el olor a verduras en
descomposición y la transpiración corriendo por la frente, los peonetas esperan
que se reanude el trabajo. Al mirar la cabina de la máquina, no se ve al
chofer. Está abajo del camión, apoyado en una de sus puertas. Un pequeño río comienza a escurrir de
la rueda del vehículo hacia la calle: es Pedro, quien hace 5 horas no orinaba.
En Chile hay aproximadamente 34.000 personas que
trabajan recolectando residuos, choferes y peonetas recogen alrededor de 17
millones de toneladas de desechos anuales.
Este trabajo ha sido considerado por la población como uno de los peores en
nuestra sociedad, principalmente por su materia prima, la basura. Pero no sólo de asco se
puede hablar en este trabajo. Los horarios, la seguridad, la vestimenta, el
abrigo y la falta dignidad siempre han marcado la labor del recolector de
basura.
La Dirección de Aseo, Ornato y Medio Ambiente de la
Municipalidad de Providencia, cuenta desde marzo de este año con una nueva
flota de camiones, los que cubren el 25% del área total de la comuna, beneficiando
a 46.000 vecinos, afirma Eduardo Arancibia, director de dicho departamento del
municipio. Estos camiones y sus operadores, son administrados exclusivamente
por la alcaldía, mientras que el 75% restante es cubierto por camiones de
Starco, la empresa que se adjudicó una licitación para prestar estos servicios
hasta el año 2014.
El día comienza temprano. Se despiertan
alrededor de las 3:45 de la madrugada, el bus de acercamiento los pasa a buscar
aproximadamente 40 minutos después para llevarlos a su lugar de trabajo. A las
5:00 llegan los primeros y de a poco se van vistiendo para salir a las calles.
El camión enciende los motores, Pedro Orellana, el chofer, está listo para
partir. Los cuatro peonetas se suben a
las pisaderas traseras del camión número 69 y salen al recorrido número dos, el
de los lunes, miércoles y viernes.
En las calles de Providencia, parece ser de noche aún. Hay
pocos autos en las calles, lo que hace que la tarea sea más fácil. Juan Meza,
el presidente de la Unión de Obreros de Aseo y Ornato de Providencia, es parte
del equipo de Pedro Orellana. Los grupos de trabajo son siempre los mismos, cuentan
con un chofer y tres o cuatro peonetas, que son quienes van atrás y adelante
del camión para cargarlo con basura y dejar limpias las calles.
El recorrido del camión 69 comienza en Pedro de
Valdivia, y recolecta residuos por un
cuadrante formado por y las calles Los Leones, Diego de Almagro y Francisco
Bilbao. A pesar de ser considerado un sector pequeño de la comuna por los
recolectores, el camión demora cinco horas en recoger toda la basura. “La
capacidad de estos camiones nuevos es mayor a la de los antiguos, estos se
llenan con 11 toneladas de basura más o menos”, cuenta Pedro, el chofer del
camión, quien además es el encargado de ir al centro de transferencia en
Quilicura a dejar los residuos recolectados. Por cada recorrido el camión se
llena al menos una vez, aunque generalmente son dos cargas completas diarias.
Al llegar a su máxima capacidad, los camiones tienen unos sensores que avisan
que está lleno y el camión deja de prensar basura. Es ahí cuando Pedro debe ir
a vaciarlo y volver a buscar a sus compañeros para terminar el recorrido,
demorándose una hora más en ese trayecto, lo que aumenta la jornada laboral a
seis horas en terreno.
Al principio del recorrido, el frío es difícil de
soportar. A medida que avanzan las cuadras, y luego de correr tras el camión,
levantar bolsas, y volver a correr, el cuerpo empieza a entrar en calor. Para
hacer más expedito el trabajo, uno de los cuatro peonetas se va más adelante y
realiza el “achique”, que consiste en ir juntando las bolsas de basura de un
sector, para que el camión se detenga sólo en esos puntos y no en toda la
calle. Ese trabajo por lo general lo hace Juan, quien a los pocos minutos de
comenzado el recorrido se baja de la pisadera del camión y desaparece entre las
calles y pasajes de Providencia.
El camión recorre las calles de la comuna con
lentitud. Su máxima velocidad es
de 80 kilómetros por hora, pero cuando van los recolectores sobre las pisaderas
del camión, los sensores de éste limitan la velocidad a 30 kilómetros por hora
para resguardar la seguridad de los peonetas. A medida de que avanza, los
carros de edificios y las bolsas van disminuyendo y, si bien todo puede
aparentar ser fácil, no lo es tanto.
La prensa que funciona dentro del camión, para que
pueda entrar la mayor cantidad de basura, se demora en funcionar. Además de
eso, los vecinos que ven al camión pasar, muchas veces lo detienen y les piden
a los recolectores que se lleven basura desde dentro de sus casas o de mayor
tamaño, lo que atrasa más a los trabajadores. La jornada comienza a tornarse
tediosa y lenta. El frescor de la mañana ya se ha ido y el sol, al ejercicio de levantar
kilos y kilos de basura, empieza a acalorar a los recolectores, quienes no han
podido parar a cambiarse de ropa o desabrigarse. En todo el recorrido no han
comido nada y sólo han tomado agua de una botella que encontraron en la basura
de un restaurante.
Dentro de la cabina del conductor, la música suena
fuerte. La radio “Corazón” hace reír a Pedro mientras conduce, sin
dejar de mirar
los espejos y la pantalla que tiene en el tablero. Ésta le muestra lo que
sucede en la parte de atrás del camión por medio de un sistema de cámaras. Al
comienzo del trayecto iba concentrado, pero ahora está más relajado y
prefiere disfrutar de su trabajo que amargarse. “Uno le va tomando cariño al
trabajo de
uno, ya son tantos años, pero me queda cada vez menos para la jubilación. Tengo
que esperar un par de años más y así recibiré los bonos del gobierno” señala el
chofer. Asegura que
cuando se jubile se dedicará a hacer lo que más le gusta: andar en bicicleta.
Juan Meza aparece luego de un par de horas
recorriendo y “achicando” en las calles. Se une a sus compañeros y al ser
cuatro recolectores, el viaje
empieza a llegar a su fin de manera más rápida. Un taca-taca y un colchón han
sido los objetos más extraños que han recogido hoy. Pero no le extraña: “La
gente bota de todo, por lo menos en esta comuna, todo lo dejan para la basura,
sólo los edificios reciclan los diarios y vidrios, pero las casas, dejan de
todo afuera”, asegura Juan.
Devolviendo
la dignidad
En agosto del año 2011, el presidente de la
Federación de Trabajadores de Aseo, Jardines y Rellenos Sanitarios (Fenasinaj),
Armando Soto, sostuvo una reunión con la ministra del Trabajo y Previsión
Social, Evelyn Matthei, para contarle acerca de las condiciones en las que
trabajaban los recolectores de residuos y buscar soluciones a esos problemas.
La ministra realizó dos fiscalizaciones en terreno,
en donde se comprobó que la situación de los trabajadores era deficiente y se
resolvió crear una mesa de trabajo con representantes de la Asociación Nacional
de Municipios, de las empresas más grandes del rubro, del Ministerio del
Trabajo y de la Fenasinaj. El resultado del trabajo realizado por esta mesa, es
la creación de nuevas bases de licitación que todos los municipios deben hacer
cumplir en sus comunas.
Dentro de estas nuevas normativas se encuentran la
mantención del salario, la responsabilidad de la municipalidad con respecto a
las obligaciones laborales incumplidas por las empresas, la creación de un
comedor en la comuna de recolección y una entregar una vestimenta adecuada para
los trabajadores. “No puede ser que almuercen en los camiones, eso no puede
ser, es un asco. No puede ser que tengan que hacer sus necesidades en el
camión, para eso están los baños. Hay muchas cosas que se han tolerado, este
gremio ha sido maltratado por décadas y los tenemos que respetar” señaló la
ministra Matthei al hacer entrega de las bases al presidente de la Fenasinaj.
La fiscalización para que estas bases se cumplan
será llevada a cabo por la Dirección de Trabajo, como señala la directora (s)
del Trabajo, Inés Viñuela: “Fiscalizaremos primero de una manera asistida, para
crear consciencia de que los empleadores deben entregar estos elementos de
protección y posteriormente vamos a entrar a la fiscalización como tal, que
frente al incumplimiento, vamos a sancionar a las empresas”. De esta forma se
busca disminuir los la cual presenta en la Dirección del Trabajo doce sanciones
por faltas en higiene y seguridad de las veintitrés fiscalizaciones que se han
hecho en entre enero y marzo de este año.