lunes, 20 de mayo de 2013

R2 20.05.2013


40 años del 11 de Septiembre:
Alejandro Artigas Mac-Lean, Director Honorario
del Cuerpo de Bomberos de Santiago

La otra cara de La Moneda

Alejandro Artigas Mac-Lean ingresó a la 1era Compañía de Bomberos de Santiago a los 17 años. Tanto deseaba ser bombero, que mintió sobre su edad para hacerlo un par de meses antes, pues la edad mínima de postulación son 18 años cumplidos. Lo que este apasionado voluntario jamás pensó, fue que sería testigo privilegiado de la historia de Chile a los 23 años, un día 11 de septiembre.

María Piedad Vergara R.

La mañana del martes 11 de septiembre del año 1973, el bombero Alejandro Artigas se despertó de sobresalto. A las 6 de la mañana sonó el teléfono directo y él, como teniente y jefe de guardia de su cuartel, era el encargado de contestarlo. La particularidad de ese teléfono es que comunica el cuartel directamente con la central. Por eso, apenas sonó, Alejandro Artigas supo que se debía a algo importante.
Al otro lado del teléfono se escuchó la voz de la operadora: “Teniente, el Comandante le va a hablar”. El comandante de Bomberos, Fernando Cuevas, le dió la orden de acuartelamiento, es decir, desde ese momento, nadie podía salir del cuartel. Artigas, confundido por el sueño, le comenta que tiene una prueba esa mañana en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. El Comandante le responde con voz enérgica: “Teniente, es una orden.”
De inmediato Alejandro va a despertar a sus compañeros y les señala la instrucción que han recibido. Eran 12 voluntarios de bomberos los que se encontraban ese día de guardia en el cuartel de la 1era Compañía de Bomberos de Santiago. Sus compañeros pensaron que estaba bromeando, pero Artigas fue enfático en señalarles que esta situación era seria y nadie podía moverse del cuartel. Desde ese momento, se inició una larga espera para este bombero y sus compañeros, en donde comenzaron a enterarse de lo que estaba sucediendo por la radio.
Dentro de la guardia habían bomberos con distinto pensamiento político y al mismo tiempo, todos estaban preocupados por sus familias. La situación era muy tensa dentro del cuartel, Artigas notaba a sus compañeros cabizbajos y muy serios. Escuchaban radios de izquierda y de derecha, sin importar el color político, ya que lo único que querían todos era saber y entender qué estaba pasando.
Así se mantuvieron toda la mañana, hasta que escucharon el primer bando emitido por las Fuerzas Armadas. En ese momento, Artigas y sus compañeros quedaron anonadados. Se preguntaban a sí mismos qué era lo que estaba pasando, ninguno de ellos había vivido antes algo así. La tensión aumentó cuando escucharon el bando que amenazaba con bombardear La Moneda a las doce si el Presidente no se entregaba.
11:10
11:20
11:30
No sucedía nada.
El teniente Artigas y sus compañeros esperaban las 12 del día mirando por las ventanas de su cuartel, ubicado en la esquina de Moneda con San Antonio, cómo la gente comenzada a irse del centro de Santiago a sus casas y las calles comenzaban a quedar vacías. Comenzaron los balazos, las ametralladoras, los bombazos y el centro de la ciudad se convierte en un campo de batalla, en donde los leales al gobierno de la Unidad Popular resistían frente a los militares. Los bomberos miraban por la ventana del cuartel, atónitos.
De un momento a otro, dejaron de ser ciudadanos que miraban atónitos la situación. Comenzó a verse fuego en las calles y edificios del centro de Santiago. “Somos bomberos, tenemos que ir a apagar eso”, pensaba el teniente. Pero tenían órdenes estrictas de no salir del cuartel. Los bomberos tuvieron que ver desde las 12.05 horas hasta las 3 de la tarde, cómo La Moneda se envolvía en llamas y ellos, no podían hacer nada al respecto.
12.30
13.30
14.30
Las llamas seguían consumiendo La Moneda.
A las 15 horas se autorizó al cuartel para salir a apagar el incendio en el palacio de gobierno. Artigas recuerda un hecho clave en ese momento: el bando militar que rogaba a bomberos ir a apagar el incendio, cuando Artigas pensaba que los militares nunca rogaban. El teniente alcanzó apenas a avisar a su familia lo que tendría que hacer y dónde estaría. Poco después salieron las máquinas y Artigas llegó al lugar del incendio, a sólo cuatro cuadras de su cuartel.
La primera tarea que debieron realizar fue la “armada”, que consiste en conectar las mangueras a la fuente de agua para apagar las llamas. Artigas tuvo la tarea de conectar las mangueras, en medio de la balacera entre militares y personas que disparaban desde el ministerio de Obras Públicas.
Mientras buscaba la tapa en la calle para abrir la matriz de agua, se dio cuenta de que ésta estaba debajo de un tanque. Artigas se acercó a la ventana del tanque y haciendo señas le pidió al conductor que corriera el vehículo para poder sacar finalmente el agua para las mangueras. Mientras esto sucedía, las balas pasaban cerca de su cuerpo, tan cerca, que podía sentir la ráfaga que dejaban en el aire.
El escenario al interior de La Moneda era desolador. “Nunca pensamos que nos iba a tocar en esas circunstancias, en donde tu sientes el drama humano, ver que los heridos son porque otro le disparó o porque el mismo se disparó, es tremendo”, señala Artigas, quien además asegura que lo más difícil que tuvo que hacer fue tomar la decisión de ver a quien salvar y a quien no.
El teniente Artigas estuvo mucho tiempo controlando el siniestro con sus compañeros y rescatando a quienes se podían salvar. Cuando sintió que había visto lo peor, sucedió algo que jamás olvidará.
El general Palacios, quien estaba a cargo de la operación en La Moneda, se encontraba en una sala con unos periodistas a los que les pidió que grabaran unas escenas. El día se había nublado densamente y la falta de luz afectaba la grabación de las imágenes. El general entonces pidió iluminación para la sala y los únicos que tenían energía eran los bomberos. Artigas vio como un joven bombero se paró frente a la sala con un gran foco de luz en sus manos y se quedó paralizado en la puerta. Lo notó angustiado y decidió ofrecerle ayuda. La decisión que tomó Artigas en ese momento marcaría su vida para siempre: sería el quien entraría a la sala.
Lo que vio apenas entró al salón lo dejó horrorizado. Sobre un sofá, con un fusil en las manos, estaba el cuerpo sin vida del presidente. Artigas se quedó de pie con el foco de luz a menos de un metro del cuerpo de Allende, impresionado frente a tan cruda escena. Los periodistas comenzaron la grabación, bajo la atenta mirada del general Palacios, quien buscaba con esto dejar un registro de lo sucedido con Allende. Al finalizar la grabación, Artigas volvió junto a sus compañeros a sus labores de rescate y a terminar de apagar el incendio que todavía afectaba a La Moneda.
Artigas volvió al cuartel de noche y lo primero que hizo fue llamar a sus padres para avisarles que estaba bien y devuelta en el cuartel. Acto seguido, corrió al baño. Al mirarse al espejo, vio un cadáver. Se había afeitado ese día en la mañana, pero tenía una barba que parecía de tres días. Había bajado por lo menos, un par de kilos. La adrenalina y la fuerza ejercida durante ese día, lo habían dejado agotado.
Al día siguiente, a las 8 de la mañana, sonó el teléfono del cuartel. El teniente Artigas contestó escuchando una voz extranjera:
-Buenos días. Señor, soy periodista de la BBC. Tengo información de que usted estuvo en La Moneda y que usted vio al Presidente…
-No le puedo responder eso, hable con el secretario General, con mi comandante.
-Es que parece que es muy difícil, mire…
-No, de verdad, no le puedo responder eso.
-Por favor. Mire, lo entiendo, pero el mundo está pendiente de una información: ¿El presidente Allende murió?
-Sí.
-Muchas gracias.
Colgó el teléfono y de inmediato fue a escuchar la radio de la BBC: “Confirmado: fuentes confiables, cuya identidad no podemos revelar, han confirmado que el presidente Allende murió”.


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